lunes, 15 de julio de 2013

Shame (Steve McQueen, 2011). Catarsis.



Brandon es un joven y atractivo neoyorquino con casa propia, un buen trabajo y gran éxito con las mujeres. Aun así no todo es idílico, le mueve un consumismo compulsivo de porno, revistas eróticas, prostitutas,... haciendo del sexo la piedra angular de su vida. La repentina aparición de su hermana con la intención de pasar unos días en su casa precipitará una serie de acontecimientos.

El genial Steve McQueen realiza una película en la que se habla del sexo como necesidad primaria y primitiva. El sexo como un impulso irrefrenable, como placer culpable. Pero espero que no se equivoque quien la vea y sepa apreciar más allá del tema central, más allá de algunas escenas; pues sería un error quedarse en la superficie de esta historia. El sexo es un elemento más de ella, pero no el central, pues se utiliza como parche para unas heridas más profundas. Esta película versa sobre un hombre perdido, sumido en un mundo interior que ha catalizado el sexo como único instrumento mediante el cual poder sentirse realizado.
Shame te atraviesa y deja poso, marca como las arrugas en la sábana de su excelente cartel. Arrugas como único testigo de la vergüenza y degradación de una persona insaciable, a la que le es imposible ceder ante impulsos autodestructivos. Es la obsesión de un enfermo al que el placer sólo proporciona sufrimiento.

La relación entre los hermanos y el pasado en común que podemos intuir es la clave de todo, tal y como el personaje de Carey Mulligan afirma "No somos malas personas. Sólo venimos de un mal lugar." .Las circunstancias les han convertido en una antítesis el uno del otro: Brandon valora su privacidad, es solitario y frío. Sissy, en cambio, es cariñosa, espontánea y busca un constante reconocimiento; acude a su hermano en busca de ese apoyo que añora pero se encuentra con un lánguido bastión en el que no puede sujetarse. El frágil mundo de Sissy termina por desmoronarse ante la impasibilidad de Brandon.

Michael Fassbender, más que actuar, vive a su personaje. Es increíble lo que hace, hay escenas en las que nos transmite con su simple postura, consigue que su cuerpo hable por él. Hay una escena en concreto (quien haya visto la película sabrá a cuál me refiero) en la que parece mirarnos directamente y suplicar ayuda, se puede ver el terror en sus ojos, como se transforma su cara pasando del placer al miedo. Un espectáculo. Que no haya estado siquiera nominado al Oscar habla muy mal de estos premios.
Carey Mulligan no baja el nivel de Fassbender, su papel tiende más hacia la ternura. Es una niña adulta, transmitiendo una sensación de desprotección constante (una vez más, Mulligan, encarnando un papel de mujer frágil) que parece intentar paliar con su hermano. Se luce en ese homenaje en forma de escena que McQueen le regala, un plano fijo de su rostro cantando el conocido 'New York, New York'. Una delicia.

De la dirección poco más que añadir en lo visto en otras críticas, McQueen dirige con una valentía admirable. Excelente en los planos secuencias y el uso de diferentes recursos como, por ejemplo, los reflejos deformes de Brandon en diferentes superficies como muestra de lo distorsionada de su realidad.

Cuando la vi terminar me quedé con esa sensación que al menos yo tanto valoro. Esa sensación de no poder quitar ni los créditos, de saber que has visto algo diferente, algo que no se olvida y que permanecerá en tu cabeza durante mucho tiempo. Cine que te enriquece.