Me siento en la obligación de reconocerme como desconocedor de la obra original de Víctor Hugo, no la he leído. Así mismo, no he tenido el placer de disfrutar del mítico musical que Alain Boublil y Claude-Michel Schönberg realizaron basándose en las páginas de la obra anteriormente nombrada. Están pues, ante una crítica y opinión exclusivamente de esta adaptación cinematográfica. Sin reminiscencias de la obra original y sus posteriores adaptaciones en diferentes medios.
Nos encontramos ante el cuarto largometraje de Tom Hooper al que, tras el éxito alcanzado con “El discurso del Rey” (The King´s Speech’, 2010), se le propuso encabezar este proyecto con guión de William Nicholson y con un reparto espectacular: Hugh Jackman, Russell Crowe, Anne Hathaway, Amanda Seyfried, Eddie Redmayne, Samantha Barks, Helena Bonham Carter, Sacha Baron Cohen,...
Cómo empezar una crítica de una película tan grande, tan llena de simbolismo y fuerza. Fuerza que atraviesa la pantalla desde el inicio, para acompañarnos durante este viaje por la dura y llena de contrastes Francia del siglo XIX.
El protagonista indiscutible es Jean Valjean (Jackman), un hombre condenado a prisión tras el robo de una pieza de pan para alimentar a sus sobrinos. Jean logra huir de la Justicia y, tras un crucial encuentro, encauza su vida y empieza de cero con una nueva identidad. Su existencia no será tranquila al ser perseguido durante décadas por Javert (Crowe), un estricto y empecinado policía que se toma como una cruzada personal el arresto de Jean Valjean. Cuando Jean acepta a su cargo a Cosette (Isabelle Allen primero y Amanda Seyfried después), hija de la desdichada Fantine (Hathaway), sus vidas cambiarán para siempre.
La película es un apasionante pero irregular torbellino de emociones. Cuenta con una primera hora grandiosa, apabullante, con uno de los mejores inicios que se recuerdan en la actualidad y que nos confirman que estamos ante una película distinta.
Un inspirado Jackman, cuyo personaje pierde interés en el último tramo del film, es dueño y señor del primer bloque del metraje. Representa la redención, el cambio, y la lucha por la libertad (tema latente durante todo el metraje) y por sus convicciones.
Y de repente, en el segundo bloque, aparece Anne Hathaway y nos demuestra más en 30 minutos que en toda su carrera. Una bestia de la interpretación que nos regala el momentazo de la película: la desgarradora versión del “I Dreamed a Dream” con un primer plano estático en su rostro, un rostro que clama de impotencia y que grita de rabia ante las humillaciones, abusos y desdichas. Una canto crudo y visceral que nos recuerda que cuando nos golpean no nos podemos despertar como en los sueños , el canto a una vida frustrada por las injusticias.
El tercer bloque es bastante irregular y, aunque sigue teniendo escenas memorables, es cierto que el ritmo decae en ocasiones y no consigue mantener el altísimo nivel alcanzado anteriormente, captando el interés del espectador a trompicones. Somos testigos de una historia de amor simple y arquetípica, donde su intensidad sorprende por lo repentino que se produce, y de la lucha de unos jóvenes revolucionarios (no perdáis la pista del carismático Gavroche) que ambicionan la justicia e igualdad para el pueblo francés.
La Dirección por parte de Tom Hooper es notable, quizás abuse de la grúa y el primer plano pero el resultado del conjunto es muy bueno. La ambientación es realista e increíble, desde las zonas más aburguesadas a las totalmente contrarias. Resaltar la lujosa producción, la puesta en escena y lo inspirado que está el reparto (en su totalidad). Cabe mencionar el hecho de que las canciones se cantaban en directo en las escenas.
Estamos ante una película valiente con todas sus letras. No es fácil apostar por un musical en el verdadero sentido de la palabra, donde prácticamente no hay diálogos convencionales. Ya que, cuando no estamos ante una pura interpretación musical (de gran calidad en su mayoría), son diálogos cantados lo que lo sustituyen. Y esto es muy difícil de entregar al público común ya que suelen rechazar todo producto alejado de convencionalismos; “Los Miserables” es una película que arriesga y gana. Una película intensa, emocionante, inspiradora y hermosa. Que saca a relucir las injusticias pero, a la vez, te contagia de su lucha y de su espíritu revolucionario. Te contagia de vida.
Una película con aciertos tan grandes no debe ser olvidada por pequeños errores. Disfrútenla.
Nos encontramos ante el cuarto largometraje de Tom Hooper al que, tras el éxito alcanzado con “El discurso del Rey” (The King´s Speech’, 2010), se le propuso encabezar este proyecto con guión de William Nicholson y con un reparto espectacular: Hugh Jackman, Russell Crowe, Anne Hathaway, Amanda Seyfried, Eddie Redmayne, Samantha Barks, Helena Bonham Carter, Sacha Baron Cohen,...
Cómo empezar una crítica de una película tan grande, tan llena de simbolismo y fuerza. Fuerza que atraviesa la pantalla desde el inicio, para acompañarnos durante este viaje por la dura y llena de contrastes Francia del siglo XIX.
El protagonista indiscutible es Jean Valjean (Jackman), un hombre condenado a prisión tras el robo de una pieza de pan para alimentar a sus sobrinos. Jean logra huir de la Justicia y, tras un crucial encuentro, encauza su vida y empieza de cero con una nueva identidad. Su existencia no será tranquila al ser perseguido durante décadas por Javert (Crowe), un estricto y empecinado policía que se toma como una cruzada personal el arresto de Jean Valjean. Cuando Jean acepta a su cargo a Cosette (Isabelle Allen primero y Amanda Seyfried después), hija de la desdichada Fantine (Hathaway), sus vidas cambiarán para siempre.
La película es un apasionante pero irregular torbellino de emociones. Cuenta con una primera hora grandiosa, apabullante, con uno de los mejores inicios que se recuerdan en la actualidad y que nos confirman que estamos ante una película distinta.
Un inspirado Jackman, cuyo personaje pierde interés en el último tramo del film, es dueño y señor del primer bloque del metraje. Representa la redención, el cambio, y la lucha por la libertad (tema latente durante todo el metraje) y por sus convicciones.
Y de repente, en el segundo bloque, aparece Anne Hathaway y nos demuestra más en 30 minutos que en toda su carrera. Una bestia de la interpretación que nos regala el momentazo de la película: la desgarradora versión del “I Dreamed a Dream” con un primer plano estático en su rostro, un rostro que clama de impotencia y que grita de rabia ante las humillaciones, abusos y desdichas. Una canto crudo y visceral que nos recuerda que cuando nos golpean no nos podemos despertar como en los sueños , el canto a una vida frustrada por las injusticias.
El tercer bloque es bastante irregular y, aunque sigue teniendo escenas memorables, es cierto que el ritmo decae en ocasiones y no consigue mantener el altísimo nivel alcanzado anteriormente, captando el interés del espectador a trompicones. Somos testigos de una historia de amor simple y arquetípica, donde su intensidad sorprende por lo repentino que se produce, y de la lucha de unos jóvenes revolucionarios (no perdáis la pista del carismático Gavroche) que ambicionan la justicia e igualdad para el pueblo francés.
La Dirección por parte de Tom Hooper es notable, quizás abuse de la grúa y el primer plano pero el resultado del conjunto es muy bueno. La ambientación es realista e increíble, desde las zonas más aburguesadas a las totalmente contrarias. Resaltar la lujosa producción, la puesta en escena y lo inspirado que está el reparto (en su totalidad). Cabe mencionar el hecho de que las canciones se cantaban en directo en las escenas.
Estamos ante una película valiente con todas sus letras. No es fácil apostar por un musical en el verdadero sentido de la palabra, donde prácticamente no hay diálogos convencionales. Ya que, cuando no estamos ante una pura interpretación musical (de gran calidad en su mayoría), son diálogos cantados lo que lo sustituyen. Y esto es muy difícil de entregar al público común ya que suelen rechazar todo producto alejado de convencionalismos; “Los Miserables” es una película que arriesga y gana. Una película intensa, emocionante, inspiradora y hermosa. Que saca a relucir las injusticias pero, a la vez, te contagia de su lucha y de su espíritu revolucionario. Te contagia de vida.
Una película con aciertos tan grandes no debe ser olvidada por pequeños errores. Disfrútenla.