The Broken Circle Breakdown (Alabama
Monroe) es la cuarta película del director belga Felix Van Groeningen y, sin
duda, la que le ha otorgado prestigio internacional. Seleccionada para representar a Bélgica en la próxima edición
de los Oscar, ganadora en los Premios del Cine Europeo y Festival de Tribecca,
entre otros. Después de verla entiendo el por qué de tal revuelo.
La música en la vida de Didier lo era todo hasta que conoció a Elise pero, desde el primer momento en que se conocen y, pese a ser tan diferentes, se entregan por completo el uno al otro. Él es cantante en un grupo de Bluegrass, bohemio y ateo confeso. Ella una mujer muy independiente, tatuada y de arraigadas ideas cristianas. Viven una relación de amor intenso, de sentimientos recíprocos, de miradas y compenetración. La llegada de un embarazo inesperado trastocará sus vidas, enardeciéndolas en un principio para terminar dinamitándolas cuando a su hija le diagnostican cáncer.
Concibo la película como una suerte de ‘Blue Valentine’ (Derek Cianfrance, 2010) europea. Más cruda, intensa y áspera tanto por los derroteros que acaba tomando la relación entre los protagonistas, como por la carga dramática que aporta la enfermedad de la hija. Durante el metraje se nos presentan tres líneas temporales que acaban conformando tres bloques bien diferenciados en la relación de Elise y Didier:
-El pasado. Cuando ambos se conocen, simboliza la plenitud de la pareja. Desde que se conocen hasta la llegada al mundo de su hija. Las ilusiones, los proyectos en común, la sensación de tenerlo todo.
-El presente. La lucha contra el cáncer de su hija y como afecta a la relación. Los cimientos empiezan a resquebrajarse, lo que era idílico se vuelven confrontaciones en esta pareja que empieza a verse superada por la situación.
-Una tercera parte que, a la postre, será la que más atención suscite en el espectador y que se desarrolla con una fuerza y efectividad elogiable. Me reservo sobre esta última parte para no desvelar más detalles de la trama.
La historia sigue un curso no lineal. Utiliza el recurso del flashback para ir dando saltos en el tiempo; proporcionando escenas del feliz pasado que sirven como bálsamo para las duras situaciones que viven en el presente. Algo que el espectador, sin duda, agradece. Eso sí, el abuso de este recurso transmite la sensación inconexa de algunas escenas y se roza el tedio en la primera hora del film. El interés y el ritmo de la película va creciendo conforme avanza.
Los actores principales Veerle Baetens (en el papel de Elise) y Johan Heldenbergh (como Didier) consiguen lo imposible, que te olvides de que están actuando, viven sus papeles, convenciéndote de que estás viendo a personas reales luchando por su hija enferma. Personas con sus contradicciones, cambios de humor, reacciones tanto lógicas como inesperadas y una capacidad de expresión increíble. Gran fotografía y dirección.
No podemos terminar sin destacar un aspecto esencial en la película: el uso de la música en el film, cantada e interpretada por sus actores. Es el vehículo a través del cual se exterioriza los sentimientos del dúo protagonista, la música country es un personaje más en este melodrama que demuestra que somos presa de los acontecimientos que nos rodean. La estabilidad no depende de nosotros y los bonitos comienzos suelen dar pasos a tristes finales, aún así la esperanza nunca hay que perderla porque la vida nos depara otras alegrías a ritmo de country. Muy recomendable.