jueves, 28 de junio de 2018

Sonríe






Tienes que subir ésa foto. Sí, la que te hiciste ayer, apoyada en esa pared de ladrillos. Pero a ver, antes necesito verla; no sonríes lo suficiente. Mañana iremos de nuevo. Volverás a inclinarte sobre ti misma mientras te dejas caer sobre el muro y, cuando gires levemente la cabeza, te reirás. No es tan importante la risa, el sonido, como que la sonrisa sea amplia y de tal forma pueda verse. Habrá varios intentos. ¿Cómo distinguir la foto correcta entre tantas? No te preocupes, lo sentirás al verla. Recuerda, la sonrisa debe ser inmensa, exagerada. Tienen que verse tus relucientes dientes blancos, la mueca será forzada, pero es la única forma de que cada una de las filas de 16 dientes nacarados se aprecien. Quizás, con el esfuerzo, la mandíbula acabe desencajándose e incluso la situación de los carrillos, sometidos a presión, resulte artificiosa; no importa, la naturalidad nunca fue el leitmotiv de este juego. Para capturar el gesto superlativo necesitarás achinar tus, ya de por sí, rasgados ojos y elevar la comisura de tus abiertos y estirados labios como si del repunte de una gráfica se tratase. La nariz se achatará, se contraerá sobre los pliegues de sus forzados cartílagos mientras ramificaciones de arrugas se forman en el contorno. Tranquila, los extraños apenas notarán los embustes, argucias y artimañas, ni éstas se mimetizarán dejando estragos en tu maltratado rostro, el deforme semblante nunca podrá ser relacionado con la expresión de psicópatas, desdoblados y maniquíes. Poco importa esa mirada impostada, la sonrisa de lata y la felicidad de paja. A nadie le interesa lo que el flash de tu móvil no es capaz de iluminar. Perdón, lo siento, no quería decir eso. Venga, alegra esa cara. Hagámoslo de nuevo, sécate las lágrimas y ensaya.



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