Mi habitual piel pálida lucía un camaleónico y efímero tono
tostado; me sentí satisfecho al estar bordando el papel de turista. Es medio
día, los rayos del Sol caen perpendiculares haciendo que cualquier protección
resulte inoperante y el asfixiante calor empuja a adentrarse en esa bañera
gigante de agua salada, algas y excrementos encubiertos. Siempre procuro bucear
con la boca cerrada. Con las yemas arrugadas y los oídos taponados esperé en la orilla a
que te despojarás de esa niña que se había apoderado de tu cuerpo adulto, que
te impedía dejar de jugar con las olas. Te saciaste. Nos alejamos del mar para adentramos
en el pajar de arena, y así buscar nuestra aguja con forma de sombrilla.
Pensaba que la masificación era propia de Benidorm, no de una cala aparentemente
paradisíaca de un pueblo mallorquín; pese a mi desidia la encontramos, más bien
la encontraste, nos tumbamos. Las altas temperaturas secaron nuestros cuerpos al
instante, quedando una fina capa de sodio blanco como única prueba del baño.
-Sólo sé algo con certeza sobre el verano –Espeté poniendo
fin a un largo, y cómodo, silencio-. Es la más terrenal y banal de las
idealizaciones del ser humano.
-No es por parecer estúpida, Gregor –Contestaste y, mientras
unías nuestras dos toallas, que se habían separado de tal forma que una
frontera de arena surgió entre nosotros, terminaste de apuntillar–. ¿Es necesario que te pongas tan trascendental
siempre? Eres nostálgico al extremo, hasta tal punto que estás empezando a
serlo de estas vacaciones que aún no han terminado. No lo niegues, te conozco–
sonreíste tiernamente antes de continuar, no sin cierta sorna–. Aún te quedan
dos días de vacaciones, cariño, y no se me ocurre peor forma de desperdiciarlos
que caer en tu habitual ensimismamiento.
-Es precisamente lo contrario. Piénsalo, el verano es la
idealización errónea y periódica de 2 meses al año, siempre te acabará
decepcionando por no alcanzar las expectativas desmesuradas que en él tenías
puestas. Todas tus ilusiones son depositadas en un reducto, en un oasis, del
calendario; convirtiendo el verano en la necesaria redención a un año de
frustraciones y esfuerzos. Con semejante perspectiva, ¡Ni un viaje estival a la
Luna te haría sentirte realizado! ¿Cómo sentirse satisfecho, pues, una vez que
éste acaba y eres consciente de que no significó ni la milésima parte de lo
esperado?
-Ya sé por donde vas…Para colmo, cuando termina, debes
readaptarte a lo mundano y empezar a autoengañarte para el siguiente verano.
-Ahora piensas como yo.
-Si no he dicho nada –Elevaste los ojos hasta dejarlos en
blanco, pude verlo a través de tus gafas nacaradas, resoplaste–. No sé si reír o
llorar ¿Ya estás, otra vez, imaginando que respondo lo que quieres escuchar?
-Soy racional sólo en la medida en que no puedo evitarlo. El amor y, por ende, la
persona amada es de las pocas cosas que sí merecen ser idealizadas. Cariño.
No hay comentarios:
Publicar un comentario